MIRADAS DESDE LA HABANA

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Ante todo quiero dar las gracias por la oportunidad que se me ha brindado de vivir esta experiencia de fe. Desde el primer momento he sentido que aquí el reino de Dios se palpa todos los días.

El primer sentimiento, al llegar al mundo real, el mundo en el que vive la mayoría de la humanidad es de vergüenza, puesto que vivimos en un espejismo. Solemos tener quejas, exigencias, desatención y poco compromiso con los que más lo necesitan. A pesar de todo esto, el recibimiento y la acogida del pueblo cubano es extraordinaria. Un pueblo alegre y acogedor, pero un pueblo desesperanzado.

Llegamos a una comunidad claretiana donde los desvelos del padre Yaser son diarios. Cada día y cada hora pendiente de resolver, solventar, apoyar… sin darse un respiro para pensar en ellos mismos. Aquí se vive día adía.

A pesar de no ver luz en la oscuridad, llama la atención la generosidad del pueblo, así como la entrega de aquellos que ayudan para que la vida pueda continuar. Esa misma solidaridad también la vemos entre los propios ancianos que acuden al comedor o las madres que ayudan en los campamentos y catequesis de sus hijos, así como del resto.

Solo tengo palabras de agradecimiento por la acogida generosa, por poder sentirnos uno más con las personas que aquí viven, por la esperanza que también a mí me aportan y por la oportunidad de vivir el evangelio de forma tan palpable.

Carmen López, voluntaria experiencia internacional en Cuba

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