El acuerdo de paz en Sudán del Sur fue firmado el 23 de Enero, pero todavía ha tenido poco efecto en la resolución del conflicto. Luchas esporádicas continúan en algunas áreas y la disputa entre los líderes también sigue sin aparentes signos de resolución. Al menos, la violencia no se ha extendido a otros estados: las áreas en paz continúan en paz y tenemos la impresión, acertada o no, de que los rebeldes están perdiendo sus suministros de municiones, petróleo y comida. Creo que muchas de estas informaciones que nos llegan son más ‘impresiones’ que información contrastada.
Para la mayoría de nosotros, la vida sigue como siempre, pero rezamos a menudo por los compañeros que se encuentran en situación de desamparo (nueve combonianos, curas, hermanos y hermanas, fueron sacados de Leer y llevados al bosque, sin a penas comida, agua potable o ropa). Durante cuatro años fuimos a Leer para desarrollar el programa de formación de profesorado y precisamente terminamos el año pasado. Ellos son Nuer y, desde que los rebeldes del ‘ejército blanco’ eran también Nuer, sólo me venía a la cabeza el inquietante pensamiento de que mucha gente inocente, como esa de Leer, serán víctimas en otras partes del país simplemente por ser parte de ese grupo tribal.
Durante esta semana pasada, visité nuestro centro de formación de profesores en Yambio, donde personas de distintas culturas conviven juntas en un ambiente de fraternidad y compañerismo. El programa va muy bien. Aunque la formación de los profesores es el objetivo principal, nuestros programas de formación de personal sanitario y educativo incluyen a personas de todo el país, por lo que también ayudan al proceso de reconciliación y reconocimiento de toda persona como valiosa. En estos centros, las etnias tradicionales se sobreentienden y el sentimiento de ser sur sudanés, por encima de las diferentes identidades tribales, se va forjando. Estos procesos informales de cooperación y vida en común en las residencias de estudiantes son factores muy importantes para construir la reconciliación. Así que estamos decididos a continuar. (…)
En Malakal, donde la situación está aún muy lejos de ser segura, hemos tenido que suspender los programas. Los daños deben ser reparados (…) Ahora el peligro viene de los robos de las personas hambrientas que simplemente intentan sobrevivir. Ha habido demasiada muerte, daño y desgaste – y ahora desesperación. Más allá de la muerte y las cenizas, una nueva esperanza debe emerger. La trágica crisis aquí hace que los problemas que vivimos en otras partes del mundo nos parezcan menores.
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