Precisamente, una de las voluntarias que viajó a Honduras el pasado verano lo describía así: ‘En Honduras la VIDA se respiraba a cada minuto. En los campesinos que la primera semana nos abrieron sus puertas en aquella aldea de Nueva Suyapa y nos mostraron cómo a través del huerto comunitario trabajan por construir un futuro juntos; en la prisión de Tela a través de pequeñas conversaciones que dejaban entrever un pasado duro y un futuro de esperanza; en las noches en casa de tantas familias que nos arropaban con sus historias de lucha y superación y compartían con nosotros lo que tenían o, simplemente, en la sencillez de lo cotidiano, del amanecer entre gallos, perros y vacas’.
A todos los que inspiran estas palabras, a los pueblos del Sur les damos las GRACIAS.