La organización ‘Justicia y Paz’ hace una llamada a la participación como un deber cívico y un acto de responsabilidad a favor del bien común.
ANTE UNA NUEVA CONVOCATORIA ELECTORAL
El próximo 22 de mayo la ciudadanía española va a ser nuevamente convocada a las urnas para elegir a quienes les representarán y gobernarán en los ayuntamientos y en un buen número de Comunidades Autónomas en los próximos cuatro años.
Las convocatorias electorales son un momento particularmente importante para el funcionamiento de un sistema democrático. El hecho de que se repitan con frecuencia no debería hacernos olvidar su valor ni ignorar las oportunidades que generan para la participación ciudadana y, en definitiva, para el buen gobierno de un país.
Hay que esforzarse siempre para alimentarla y evitar que se degrade. Por otra parte, tampoco es algo que se pueda tener de una vez por todas, sino un proceso permanente de búsqueda colectiva de las mejores formas de gobierno basadas en la libertad, la igualdad, la justicia, el pluralismo político y la soberanía popular, principios en los que se fundamenta nuestro orden político (art. 1 Constitución). La democracia exige, pues, un esfuerzo continuo de toda la comunidad política.
Por todo ello, desde Justicia y Paz deberíamos aprovechar esta nueva convocatoria electoral para hacer una llamada a la participación como un deber cívico y un acto de responsabilidad a favor del bien común. Una buena participación ciudadana en el proceso electoral lo hace más transparente, más serio, más útil y más exigente para los candidatos que se presentan. Además, refuerza los vínculos entre los representantes elegidos y la ciudadanía, vínculos que fortalecen la democracia y facilitan un gobierno más conforme a las preocupaciones e intereses de las personas. Todo esto es aún más decisivo en una convocatoria municipal, donde hay una mayor proximidad entre representantes y ciudadanos y unas mayores posibilidades de participación.
Pero participar no es sólo depositar un voto en la urna, aunque sea en blanco, o formar parte de una mesa electoral cuando se es llamado, sino mucho más. Los electores deben interesarse por la composición y programas de las candidaturas y por los debates entre ellas, debatir y conocer mejor los problemas que deben afrontarse en cada ámbito e interrogar y pedir a las fuerzas políticas repuestas a la altura de los desafíos planteados.
Promover la participación exige respetar el pluralismo político. Por ello, es necesario que puedan concurrir a esta convocatoria todas las corrientes de opinión, posicionamientos políticos e intereses colectivos. Esta es la única forma de que los derechos y las necesidades de todos se tengan en cuenta y contribuyan al debate democrático para canalizar adecuadamente los conflictos colectivos. Por tanto, ninguna fuerza política que desee participar debería ser excluida, salvo que un tribunal independiente verifique con pruebas, en un proceso justo, que dicha organización pretende destruir los valores democráticos o promover la violencia o el delito. Por las mismas razones hasta ahora expuestas, debemos también dirigirnos a las fuerzas políticas que van a concurrir para pedirles la máxima responsabilidad. En respeto de la democracia, hay que exigir una campaña limpia, constructiva, rigurosa, que evite toda
Hay que exigir también que se evite la tentación, más fuerte en unas elecciones autonómicas, de alentar sentimientos de agravio o animadversión contra otras comunidades o nacionalidades, normalmente basados en ideas falsas.
Por último, pero no menos importante, parece evidente que estas elecciones han de tener como foco prioritario de atención la crisis económica y sus graves consecuencias de paro, incremento de la pobreza y la exclusión social. Las fuerzas políticas deberían esforzarse por promover un mayor compromiso de ayuntamientos y comunidades con la creación de empleo y con multiplicar la protección de aquellos colectivos que padecen cualquier tipo de precariedad económica y social, reforzando todos los recursos y equipamientos para promover la inclusión social.
En todo caso, fomentar la reactivación económica no debe consistir en volver a toda costa al creci¬miento por el crecimiento. Más bien hay que revisar los errores del pasado, huir de modelos basados en el consumo irracional, las infraestructuras faraónicas, la especulación y el endeudamiento, que sólo conducen hacia una mayor inestabilidad económica, destrucción ecológica y desigualdades de renta. Es evidente que nuestros ayuntamientos y autonomías deben apostar cada vez más por la sostenibilidad, el conocimiento, la innovación, las iniciativas de economía social, la inclusión y la justa redistribución de la riqueza.
Eduard Ibáñez
Presidente